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viernes, 1 de abril de 2011

NOVIEMBRE DEL 78, HORROR EN EL CENTRO.


 
                                                           


Florinia Yolanda Campos Beroiza, oriunda de la comuna de Santa Fe, fue inscrita en el registro civil por su abuela materna, cuando ya contaba con 5 años de edad. Este hecho nos habla de una niñez difícil, donde el significado de hogar le fue esquivo. A los siete años fue expulsada de la casa que compartía con su madre y su padrastro (a su padre biológico nunca lo conoció), por “desordenada y niña problemática”, según alegó años mas tarde Osvaldo González (padrastro). Esta temprana acción represiva hace que éste último se asome en la existencia de Yolanda como una sombra. Su segunda infancia transcurrió bajo el alero de su abuela, quién hizo las veces de madre y padre. Las esporádicas visitas a su hogar original, la enfrentaron a tensas situaciones que  albergaría durante toda su vida y la marchitarían.

Con la adolescencia llegó el amor de pareja y conoció a Miguel Herrera Erices. La joven Yolanda, una señorita bien parecida , vio en él la aceptación que siempre le fue negada, y no dudó en entregarse al amor carnal, quedando embarazada a los pocos meses de relación.

El padrastro, quien poca ingerencia tenia en la vida de la mujer a estas alturas, tomo cartas en el asunto y los obligó a contraer matrimonio. De esta unión, además de Miguel Ángel, nació Marcela Elizabeth.

El matrimonio no fue lo satisfactorio que Yolanda esperaba, por lo que se separó de su  marido. También abandonó la comuna de Santa Fe, para probar suerte en Los ángeles. 

La Yoly, como le gustaba que la llamaran, comenzó a trabajar el 7 de noviembre de 1978, como empleada doméstica en la casa de Liliana Olivares (40), ubicada en calle Colón 768. Sólo estubo por una semana a cargo de las labores hogareñas en esa casa, tiempo en el cual conoció a los tres hijos de la dueña de casa y a la anciana madre de esta.

El día 14 del mismo mes, terminó su trabajo, por motivos que se desconocen a cabalidad. Según he logrado indagar, dos versiones cabe mencionar. La primera cuenta que una noche, Yolanda solicitó permiso a la señora para salir, la negativa le enojo, enfrentando a las dos mujeres en una discusión, que terminó con el despido de la empleada. La otra especifica que la Yoly se apropió de algunas joyas de la dueña de casa, siendo descubierta y cesada de sus funciones.

Viernes lluvioso fue el 17 de noviembre de ese año en Los ángeles, las precipitaciones golpeaban los tejados de las casas, generando un sordo y continuo sonido. Este elemento aportaría, indirectamente el ambiente propicio para los macabros hechos que se desencadenarían pasada la media noche en el 678 de calle Colón.
Poca gente deambulaba esa noche en el centro de Los ángeles, sólo algunos empapados rezagados que habían pasado a algún bar, antes de regresar a sus hogares. Mientras una mujer avanza con una idea fatal en su cabeza, pasa por el frente de la fachada de los olivares, con la vista nublada por las gotas de lluvia y un cuchillo en su cartera. Después de ingresar por el garaje aledaño a la vivienda, donde aprovecha de armarse con un amortiguador de Citroneta, y habiendo sorteado el muro lateral, ingresa en el patio trasero de la casa de su ex patrona.

Observa que aún las luces están encendidas y los moradores se encuentran despiertos, por lo que decide esperar en la oscuridad hasta que la actividad dentro de la casa se apague, ella se encargaría más tarde de apagar la actividad de esa casa para siempre.

La lluvia caía incesante sobre los frondosos arboles y arbustos de aquel patio, en la televisión estaban dando una película que tenía a toda la audiencia hipnotizada, se trataba de la última función para los olivares. Siendo la 1 de la madrugada, la Yoly, estimó que había llegado la hora.
Se quitó los zapatos y empuñando su improvisado armamento penetró por la puerta de atrás, dirigiéndose directamente al dormitorio de Liliana, la contempló durante unos momentos y le asestó un fuerte golpe en la cabeza, la atacada trató de incorporarse, pero fue impactada por una lluvia brutal de fierrasos, que la dejaron agonizante.

Los gritos de la madre moribunda despertaron a Claudio (4), Alvaro (3) y Felipe (7), quienes comenzaron a llorar frenéticamente. Claudio fue acallado con más golpes en la cabeza, mal herido cayó en posición de cúbito dorsal, la misma suerte corrío Alvaro. La Yoly, en una especie de delirio asesino, se abalanzó sobre la anciana Virginia Pérez Vazarte, quien dormida, recibió mortales heridas en la cabeza. Hecho esto Yolanda se encontró con el hijo mayor, quién le suplico "no me mates", esto la hizo retomar el control y con angustiada voz le dijo "solo vete a acostar y tapate".

La nana, convertida en homicida, entró en estado de pánico y desesperación, trato de calmar sus nervios con algunos tragos de aguardiente de una botella que hace unos días atrás la señora Liliana le había encargado de la plazuela. Recuperada la cordura, sustrajo algunos objetos de valor, tales como joyas y vestidos, para luego marcharse del inmueble sin ser vista por nadie, excepto la lluvia incesante de esa trágica noche. 

A eso de las  9:30 de la mañana, un obrero de la cooperativa Sodimac, lugar donde trabajaba Liliana Olivares, golpeo la puerta de la casa de Colón, quien abrió era un niño, estremecido por el miedo y envuelto en manchas de sangre, se trataba de Felipe Olivares, sólo murmuro "mi mamita y mis hermanos están muertos". 

A raiz del ataque, murieron en el lugar Liliana Olivares y su hijo Claudio, resultando heridos de gravedad Alvaro y su abuela Virginia. Esta última fallecería días más tarde en el Hospital del Trabajador de Concepcíon. Felipe Olivares sobrevivío ileso, sin embargo nunca olvidó aquella noche, en que ocupó un papel protagónico en el macabro teatro del LOS ANGELES MALDITO.


                                           



                             
                                                             


La casa de calle Colón 768 en la actualidad.

                                            

El patio donde se ocultó la Yoly, antes de cometer los crímenes.